Armando Reverón, más cercano de nosotros de lo que pensamos
Cuando leí por primera vez el libro de Diego Arroyo Gil sobre Margot Benacerraf, repetí varias veces en mi cabeza cómo sería la escena de cuando el artista plástico, Armando Reverón, quiso darle el perdón a sus muñecas al frente de la playa de Castillete bajo el lente de la primera cineasta de Venezuela. No fue la primera vez que tenía la fijación por este pintoresco personaje, ya que había visto algunas de sus obras en los viajes del Metro de Caracas como medio de propaganda. En mis traslados me preguntaba ¿Quién era Armando Reverón y por qué lo politizaban tanto? No era la primera vez que las estrategias "culturales" con fines propagandísticos tomaban la historia o profesión de alguien para enaltecerlos y usarlo como ejemplo para la revolución bolivariana. No fue hasta que el año pasado en cuarentena, en marco del Día Nacional del Artista Plástico, que leí sobre la vida de este pintor.
Me tomó casi un año hacer esto porque necesitaba saber más, necesitaba entender más sobre la vida de este venezolano que le dejó un gran legado a su país de una forma desinteresada. Sin darnos cuenta, tenemos muchas cosas en común con él o, al menos, en varias situaciones. No sé si Reverón llegó a obedecer sus instintos a la enfermedad que padecía o resolvía sus traumas de la infancia en la escultura y en la pintura. Pero, sin duda alguna, sería una de las personas con quien me gustaría conversar en otro plano para explorar su mente, mientras tanto puedo escribir sobre su vida tal cual como lo vieron otros historiadores y rescatando aquello que me llama la atención.
Primero hay que puntualizar que Armando Reverón nace en 1889 y vive varias transformaciones en el mundo, incluyendo una pandemia que mató a millones de personas, procesos culturales en el arte donde conoció a distinguidas personalidades que definen la historia artística, guerras internacionales que llegaron a incidir en su estancia en el exterior, dictaduras que se expresaban en cadenas mentales y una Venezuela que lentamente estaba progresando en materia política, periodística, cultural y social. Como individuos del 2021, tenemos varios puntos en común con este destacado e incomprendido pintor. No solo porque enfrentamos una pandemia y vivimos la muerte de cerca, sino que los tiempos se están cambiando y los procesos mentales no los identificamos. La depresión, la ansiedad, el buscar el perdón para poder trascender, la necesidad de tener un compañero y desahogarnos haciendo arte -en cualquiera de sus ramificaciones- se han vuelto importantes para el humano moderno en cuarentena. Puede ser que, quizás, Armando Reverón, más allá de ser un influencer del arte venezolano y latinoamericano, también nos dejó el legado de vivir y transformarnos a través de la fantasía.
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Armando Julio Reverón Travieso |
Pero, antes que eso, su concepción vino de la unión conflictiva pero de alto status de Julio Reverón Garmendia y de Dolores Travieso, cuya vigencia duró unos pocos años. Ante la incertidumbre familiar, es enviado a la ciudad de Valencia con los Rodríguez-Zucca para seguir con su instrucción educativa y, al final, crianza infantil. Ahí hace una de sus amistades más importantes: Josefina Rodríguez-Zucca.
En su estadía valenciana, Reverón disfrutó varios baños en el Río Cabriales -estado Carabobo- cuando en uno de ellos pescó una gripe tifoidea que le bajó sus ánimos y, aunque no existe registro si este antecedente incidió en sus enfermedades mentales próximas, si afectó en su desempeño los siguientes años. Antes de este momento, el joven caraqueño ya había tenido contacto con el arte cuando conoció el taller de Arturo Michelena y de esto veremos más adelante.
De vuelta a su lugar natal, comienza sus clases en la Academia de Bellas Artes de Caracas y se adentra de lo que sería su área hasta el final de sus días. Gracias a su pasión, viaja a Europa varias veces para expandir sus conocimientos y su mente, donde conoce a los eruditos en la pintura que inspiraron varias de sus obras como el ruso Nicolás Ferdinandov. Su periodo azul, clasificado por uno de sus fieles críticos, el historiador Alfredo Boulton, estuvo caracterizado por los detalles de sensualidad, frialdad y melancolía, pero también por los acontecimientos que le sucedieron: la muerte de su hermana adoptiva Josefina, la depresión, la disolución del Círculo de Bellas Artes, la pandemia de la gripe española -del cual fue contagiado-, la construcción de Castillete y su unión sentimental con Juanita Mota. Vale la pena destacar que no existe una versión oficial de cómo se conocieron, pero que para ese momento ella tenía 14 y él, 30.
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Armando Reverón en su periodo azul. Foto: Venezuela en Arte |
Con Juanita Mota de compañera y construyendo su hogar en Macuto, había otro factor que identificó esta etapa y eran sus muñecas, quienes - a su juicio- pecaban y el tenía el poder como sacerdote de perdonarlas. ¿Será que Armando Reverón perdonaba sus propios pecados a través de ellas? Lo pensé muchas veces.
Otro crítico de su arte, Juan Calzadilla, calificó como el período blanco uno de los más importante para Latinoamérica. Boulton aseguraba que alrededor de ocho años "afloró entonces la expresión de su verdadero temperamento" que "respondía a los gestos, al nerviosismo de la pincelada, del punto, del rasgo con los que construía libérrimamente la imagen al ir colocando los colores sobre el lienzo".
"En aquellos momentos el artista se aislaba de todo contacto exterior: no tocaba metales, tapaba sus oídos con grandes tacos de algodón o pelotas de estambre, y dividía su cuerpo en dos zonas, ciñéndose cruelmente la cintura. Luego, mediante un ritual lleno de gestos y de ruidos, como entrando en trance ante el lienzo, entornaba los ojos, bufaba y simulaba los gestos de pintar hasta que el ritmo del cuerpo y las gesticulaciones hubiesen adquirido suficiente ímpetu y velocidad. Entonces, con actitudes de espasmo, era cuando embestía la tela como si fuese el animal que rasgaba el trapo rojo de la muleta. A veces, en esas embestidas, lograba perforar la obra", citó el escritor Rafael Arraiz Lucca a Boulton para una nota del portal Efecto Cocuyo.
Como dije, Reverón pasó por muchos momentos históricos, ya que mientras finalizaba el periodo blanco con una crisis psicológica, Venezuela veía morir al dictador Juan Vicente Gómez y se preparaba para los cambios políticos que venían. Para su época Sepia, el pintor empezó a internacionalizarse sin mucho éxito, pero su modo de vivir y su drenaje artístico fue objeto de estudio para Margot Benacerraf y Roberto Lucca. Su arte era más dramático, con juego de luces y sombras.
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Armando Reverón en su época sepia | Foto: Venezuela en Arte |
En 1942 muere su mamá y su trastorno mental es expresado en sus obras nuevamente. No fue hasta que sus amigos de las artes en la adolescencia se dan cuenta que él no estaba bien y acuden a médicos especializados para tratarlo. Simultáneamente, el pintor venezolano empieza a entablar conversaciones con sus fieles muñecas como si fueran personas reales. De acuerdo a varios documentos, Reverón hizo de su arte una vida real. Cada objeto tenía energía para interactuar y, consigo, una historia que contar.
Es una lástima que las personas no hayan valorado sus obras en su momento, pero el "loco de Macuto" llegó a facturar casi un millón de dólares después de su muerte en una exposición de la ciudad de Nueva York. En el momento que es reconocido como un gran artista por sus aportes a la cultura Latinoamérica es cuando más ido estaba del mundo real. Fueron Manuel Cabré y Armando Planchart quienes se preocupan por su desequilibrio mental y lo internan en un sanatorio.
Benacerraf, por otro lado, fue quien pudo estar con él en unos de los últimos momentos más emblemáticos de su vida y era en la expiación de sus muñecas. Una semana antes que muriera, pudo ver la película que le había hecho ella y en el sanatorio dejó de participar en el plano terrenal un 18 de septiembre de 1954 en Caracas. "No te preocupes por mí. Yo creo que no voy a volver más", le dijo a su compañera de vida, según Napoléon Pisani Pardi.
Juanita Mota murió en 1972, a sus 64 años. Nunca tuvieron hijos, por lo que ella, su madre, Josefina y sus muñecas, fueron aquellas imágenes femeninas que tuvo Armando para inspirarse en sus obras.
Castillete no volvió a ser el mismo con el pasar de los años y aún el gobierno de turno busca levantar su reino, a pesar de los retrasos que han sufrido por años. No sé si poner centros educativos, parques, pendones, entre otras cosas, a su nombre sea lo más conmemorativo, pero ha sido una forma de representar su legado desde la política que de lo cultural. Lo que si creo es que debemos aprender más allá de eso, porque Armando Reverón no solo nos mostró como podemos vivir en dos mundos para, finalmente, trascender, sino también como podemos entender nuestros propios procesos haciendo arte sin la necesidad de sentirnos comprendidos por los demás.