El 21 de marzo fue mi graduación.

Fue algo mágico, solemne, lleno de tantas emociones indescriptibles. (Bueno, si las puedo describir pero prefiero sentirlas y luego encasillarlas).



Yo no me gradué con mi promoción de Comunicación por problemas administrativos. En realidad, mi facultad que es Humanidades solo había algo menos de 10 graduandos. Pero no importa. Todo valió la pena cuando escuché el himno nacional y el himno de la UCAB. También cuando me subí al podio, mi hermano me llamó y recibí mi medalla y mi título.

Sin embargo, el momento que hizo que valiera la pena fue cuando vi a mi papá después del acto, me abrazo llorando y me dijo: "agarraste vuelo". Que momento tan fraterno y eterno. Ahí entendí que todo lo que había pasado en cinco años de universidad, el drama con la tesis y mi estadía en Atlanta, debió pasar para que valorará esos minutos tan emotivos.



También me conmovió ver a mi hermana llorando de orgullo, pues era una sensación que ella nunca había experimentado.

En mi regreso de Atlanta a Venezuela me sorprendió lo justo que fue todo en espacio y tiempo. Todo fue a la medida y como si debía pasar de esa forma porque era suficiente.

Así lo sentí el 20 y el 21. Sentí que Dios hizo todo perfecto y justo en tiempo y espacio para mí. No le pongo ni le resto. Sentí mucho amor y mucha motivación.

Me hubiese gustado que mi mamá estuviera presente.

En el acto, estaba preocupada por Yhemis y su condición. Pero ella se comporto a la altura. Me sentí tan tranquila y tan confiada, tan orgullosa de mi hermanita.

También le agradezco mucho a Rodri, mi novio, quien estuvo ahí desde que nos conocimos yo estando en 7mo semestre de Periodismo y el en 4to año de Derecho. Me ha apoyado bastante y el tambien se comportó muy bien.

Al acto asistió mi tia Tania, hermana de mi mamá. Ella me hizo una pasta con champiñones super deliciosa y le agradezco un millón por eso.



Por último, le agradezco a la UCAB.

La universidad fue una de las mejores experiencias que he tenido. Salí de la zona de confort que me había dado San Antonio de los Altos a otro mundo totalmente diferente con el oeste de Caracas. Aprendí a usar el metro, a conocer a muchas personas con diferentes culturas, costumbres, zonas, entre otras cosas. Tuve a los mejores amigos, a los mejores profesores, las mejores áreas para estudiar.



Viví la experiencia de mezclar tu carrera con la situación política-social del país, de ser un actor social importante dentro de la misma. Adopte los principios ignacianos católicos que el alma mater se mueve, y que gracias a ello pude mantenerme firme en los momentos que más lo necesitaba.

En la universidad, sentí que todo lo podía lograr.

En la universidad, sentí que podía empezar de nuevo una y otra vez.

En la UCAB, maduré.

En la UCAB, me forme.

En todo, servir y amar.



Gracias por tanto, me has dando un millón.

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